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las víctimas "invisibles" de la violencia de género

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La violencia de género es una de las formas de violencia que más atención social e institucional ha recibido en nuestro país en los último años. Las mujeres víctimas mortales por violencia de género son 1.019 desde el año 2003, año en el que comenzaron a registrarse de manera oficial. Según el último balance del Ministerio y la Delegación del Gobierno para la Violencia de Género, un total de 44 mujeres han sido asesinadas por violencia de género en lo que llevamos de año. Esta cifra resulta alarmante ya que es la tercera más alta de los últimos años en el mismo periodo de tiempo. 

 

Pero cuidado, no debemos olvidar que en esas situaciones de violencia de género, no solo son víctimas las mujeres, también se ven gravemente afectados los menores que se encuentran dentro de ese entorno familiar. De manera directa o indirecta ellos también son víctimas de esta violencia, llegando a sufrir sus repercusiones y manifestando problemas de diferente tipo en su desarrollo psicosocial. Según el artículo 19 de la Convención Internacional de los Derechos del Niño, aunque éstos no sean el objeto directo de las agresiones en un contexto familiar, el hecho de presenciar o escuchar situaciones violentas ya representa una forma de maltrato infantil. 

 

Hoy en día, muchas personas siguen teniendo la idea equivocada de que los hijos de las víctimas de violencia de género, sino sufren directamente esa violencia, no se van a ver afectados por ella. Esta creencia lleva incluso en muchas ocasiones a las madres a mantener la convivencia con el maltratador precisamente “por sus hijos”, para no someterlos a situaciones de separación.

 

Hasta muy recientemente, estos menores no han estado en el punto de mira de la actuación de los distintos organismos que deberían encargarse de su protección, convirtiéndose en “las víctimas invisibles”. Por ello, me gustaría dedicar el artículo de hoy a esas otras víctimas , niños expuestos a situaciones de malos tratos, con el objetivo de sensibilizar y modificar creencias como “los niños no son conscientes de lo que está pasando”, “mientras no le ponga la mano encima a mis hijos no les va a afectar”, “debo aguantar por mis hijos”, etc. ¡ERROR! Os aseguro que sí se enteran, sí les afecta y sí tiene graves repercusiones para ellos. 

 

En concreto, algunos de los muchos efectos negativos que los hijos de mujeres maltratadas pueden llegar a manifestar son los siguientes: 

 

1. Falta de afecto y desatención de sus necesidades. 

Es bastante frecuente que en estas situaciones los menores, en lugar de encontrar apoyo y protección por parte de sus madres, se encuentren con una madre afectada. Una madre con elevados niveles de estrés, con escasas muestras de cariño y con numerosos problemas psicológicos que afectan gravemente al desempeño de su rol como madre y que le impide implicarse para poder cubrir las necesidades de sus hijos. 

 

2. Problemas de salud. 

Estos menores pueden manifestar trastornos somáticos, retrasos en el crecimiento y en el peso, alteraciones en el sueño, alteraciones en la conducta alimentaria e incluso conductas regresivas que les hacen perder habilidades previamente aprendidas. 

 

3. Aparición de síntomas psicológicos. 

A nivel psicológico, los menores pueden llegar a manifestar síntomas relacionados con el Trastorno de Estrés Postraumático, un incremento de dificultades emocionales y conductuales (por ejemplo, rabia, vergüenza, tristeza, miedo, frustración o agresividad). Además, pueden experimentar sentimientos de confusión y ambivalencia hacia el padre violento (el afecto coexistente con sentimientos de decepción o resentimiento), baja autoestima y/o síntomas depresivos y ansiosos.  

 

4. Dificultades en el ámbito escolar. 

Suele ser muy común que estos niños desarrollen conductas inadecuadas que obstaculizan su rendimiento académico. Esto puede ser debido a los cambios fisiológicos que se manifiestan como respuesta a esa situación estresante perturbando su desarrollo cognitivo o también como consecuencia de la falta de apoyo por parte de los padres. 

 

Importantes desajustes en el ámbito escolar que se pueden traducir en problemas de rendimiento académico, falta de motivación, atención y concentración.

 

5. Mayor riesgo a ejercer o sufrir violencia de género en el futuro. 

Al estar en fase de crecimiento y desarrollo madurativo estos niños pueden llegar a conformar su personalidad en función de la violencia, interiorizando patrones de comportamiento violentos y llegando a ser incapaces de discriminar lo que es adecuado o está bien, de lo que es injustificable. 

 

Esta exposición de los menores a contextos de violencia de género aumenta el riesgo de ejercerla o sufrirla en el futuro. Los menores pueden imitar y aprender las actitudes y conductas que observan cuando se produce el maltrato. 

 

Estas conductas presentan diferencias de género pues, con frecuencia, los niños aprenden que la violencia es una estrategia eficaz de solución de problemas que asegura una posición de privilegio y poder dentro de la familia mientras que las niñas aprenden a adoptar conductas de sumisión y obediencia. 

 

Asimismo, la exposición a la violencia puede desensibilizar a los menores hacia las conductas agresivas,  viviéndolas como conductas “normales” cuando no lo son. 

 

Por consiguiente, considero que es de vital importancia superar este mito de que la violencia de género solo forma parte de los conflictos de una pareja. Está demostrado que el maltrato a la mujer se extiende a los hijos, afectando negativamente a su desarrollo y su bienestar con graves secuelas a largo plazo, llegando incluso a transmitir esas conductas y actitudes a sucesivas generaciones. Por tanto, debe ser prioritario para las instituciones evitar esta forma de maltrato infantil mediante programas de prevención y asistencia a los menores que han vivido situaciones de maltrato en sus hogares, o se corre el riesgo de que dichas víctimas, así como las consecuencias de haber sufrido indirectamente tal maltrato, permanezcan invisibles. 

Sara Ghahremani Thomsen

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